viernes, 22 de febrero de 2013

La obesidad infantil, culpa de adultos

Elizabeth Ruiz Jaimes / El Economista

México se ha ganado a mordidas, literalmente, el primer lugar en obesidad infantil. Lo que la Organización Mundial de la Salud llama la pandemia del siglo XXI es un problema de salud pública que tiene responsables: padres, autoridades e industria alimentaria, todos adultos.

Que en las escuelas se venda comida chatarra y que no se implementen medidas para que los niños hagan ejercicio diariamente “nos puede llevar a pensar que la industria alimentaria y nuestras instituciones(…) están tratando de no afectarse uno al otro. Nuestras autoridades de salud están cuidando más a las industrias que a los niños del país”, dijo la psicoterapeuta Martha Alicia Chávez.

La autora del libro Hijos gordos expresó que no es una solución dejar que en las escuelas se vendan raciones pequeñas de comida chatarra (refresquitos, papitas y todo en mini). Para la psicóloga, es una paradoja que por un lado haya campañas contra la obesidad y que por el otro se promueva la misma al permitir que los niños tengan una mala alimentación en los centros escolares.

La comida chatarra es de beneficio para ciertas personas, no para la sociedad, si a las autoridades en verdad les importara la sociedad, implementarían políticas publicas necesarias para tomar en cuenta lo que predicen los expertos: “Si en los próximos 20 años no hacemos algo, no va a haber presupuesto que alcance para curar las enfermedades producto de la obesidad”, reiteró.

LA GRASA EN LO PSICOLÓGICO

Los niños con sobrepeso también desarrollan rasgos emocionales que les generan traumas. Por las burlas y críticas en casa y fuera de ella, el niño se forma su propio concepto de sí mismo. “Desde chico se empieza a considerar feo, inferior, indigno para el amor y para ciertas experiencias y vivencias”, explicó Alicia Chávez.

La autora dice que las personas, desde la infancia o en la etapa adulta, pueden desarrollar una disociación psicológica de ciertas partes de su cuerpo, por ejemplo: “Tengo un paciente con una panza enorme y él la ha desintegrado de su cuerpo. Nunca la lava, nunca la toca, nunca se la ve al espejo. Él llegó a esta conclusión: si no la toco ni la veo, no existe”.

Para estas personas, el cuerpo no tiene derecho a gozar, a que lo amen, a que lo toquen o a ser mostrado, esto genera mucho sufrimiento y crea barreras emocionales, “la grasa se vuelve por sí misma una especie de barrera protectora, una metáfora de barrera de las agresiones de afuera”.

Por su problema de obesidad, los niños tienden a desarrollar actitudes serviles o sentir que tienen que compensar de alguna manera a los demás por lo gordos que son y por eso tienden a volverse muy serviles o aplicados en la escuela y de adultos en el trabajo, para que otros niños necesiten de ellos, todo con tal de ser aceptados y sentir que valen, agrega Chávez.

Tienen “una necesidad de afecto(…). Ellos mismos se distancian de la gente porque desprecian a su propio cuerpo, ese desprecio puede volverse una autoexigencia y buscan ser perfectos en la escuela, como hijos, como padres, etcétera, y es una situación interior en la que nunca nada es suficiente”. Estos rasgos emocionales se arrastran hasta la etapa adulta, a menos que se haga algo que cambie la situación en la familia: que los padres se decidan por un proceso de trabajar con su propia gordura, con la de sus rollos emocionales y, como consecuencia, van a manejar diferente la gordura del niño.

DESTRUYENDO A MI HIJO

“Los niños son el resultado de lo que los adultos hacemos con ellos, somos 100% responsables de la clase de niño que estamos creando, en el sentido físico, emocional y mental(…). Somos los papás los responsables de crear obesidad en nuestros hijos y de solucionarla también”.

Los papás que le llenan el refrigerador y le dan a los niños comida poco o nada saludable están diciendo: “Le voy a crear a mi hijo una diabetes, estoy trabajando día a día para generarle problemas cardiovasculares, burlas en la escuela y fracaso laboral”, porque “no es un detallito llevar a nuestros hijos a un grado de sobrepeso”.

LA GENÉTICA NO ES PRETEXTO

La también conferencista manifestó su desacuerdo con los argumentos de las personas con obesidad que afirman que su problema se deriva de una carga genética. “Cada día hay más pruebas de que la genética no obliga a que se desarrolle la obesidad”.

Comentó que en la familia se aprenden los malos hábitos alimenticios, que sin duda puede haber alguna predisposición genética, pero a la gente que argumenta esto se les puede confrontar al revisar el tipo y cantidad de comida que ingieren: “No es la herencia.

Las personas adultas gordas tienen que tomar su responsabilidad: son ellos los que están creando su obesidad”.

En el país hay 4.5 millones de niños, entre cinco y 11 años de edad, excedidos de peso. La obesidad en México se relaciona con casi 200,000 muertes año, es un factor importante de riesgo para padecer enfermedades crónico-degenerativas y conduce a enfermedades del corazón, cerebrovasculares e hipertensivas.

Japón y Corea presentan sólo 4% de población obesa. Estados Unidos y México, en cambio, tienen 36 por ciento. La OMS declaró que cada año mueren en el mundo 2.8 millones de personas debido al sobrepeso y la obesidad y prevé que la cifra anual de defunciones por enfermedades no transmisibles, entre ellas la obesidad, alcanzará los 55 millones en el 2030.

Para el 2020, la OMS pronosticó que seis de los países con mayor obesidad en el mundo, entre la población mayor de 15 años, serán latinoamericanos: Venezuela, Guatemala, Uruguay, Costa Rica, República Dominicana y México.

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